Mísera humanidad. La culpa es tuya! Imagen y genocidio en Ruanda. Alfredo Jarr & James Natchway
Mísera humanidad. La culpa es tuya!"
Es la anarquía en suma un sempiterno
Fecundo manantial de llanto y duelos,
Y en doctrina ortodoxa el mismo infierno;
Pues es este, según nuestros abuelos,
Y nos lo dice la escritura santa,
Anarquía diabólica que espanta
Giambattista Casti, Los animales parlantes
Presentar la muerte, la nula existencia, cuando el cuerpo es un despojo y hay una maquinaria del desnudamiento de la vida; hace de este un tema polémico, lleno de signos y simbolismos que se pueden ir vislumbrando entre diversos parámetros de contextos y conocimientos.
Para 1994 en pocos meses murieron asesinadas en Ruanda alrededor de 800 000 personas. Un acto perverso y manipulado, donde la vida del ser humano fue nulificada bajo las consagraciones de traición y poder, en la ceremonia de sangre y horror de la demencia humana.
Cuando empecé a indagar sobre los momentos del signo, sobres sus categorías que no existen en estado puro, quise hacer un análisis sobre la obra de Alfredo Jarr: “Rwanda Project” y las imágenes de James Natchway sobre el genocidio en Ruanda. Ambas obras nos muestran el mismo acontecimiento, los signos presentes son el horror y la muerte. Sin embargo al confrontar las obras encontramos diversas realidades simbólicas.
El signo fotográfico de Natchwey es evidente, nos muestra la conexión física con el acontecimiento.
Las imágenes pertenecen a la matanza de cuatrocientos tutsis frente a la iglesia a Ntarama. Voy reconociendo los infiernos, entre Dante, Goya, el Guernica y la Coyolxauhqui: “… el símbolo que nunca pertenece a un solo corte sincrónico de la cultura: que siempre atraviesa ese corte verticalmente, viniendo del pasado y yéndose al futuro”. La guerra y el sacrificio de sangre se hacen evidentes entre las matanzas recordadas en mi memoria visual, los desmembramientos de las guerras confluyen ante mis ojos conglomerando historias de la humanidad.
Alfredo Jarr en su proyecto retracta la indicialidad de la fotografía para llevarnos a otro nivel de significados, en torno a lo que significa mirar en este mundo; en esta actualidad de efervescencia visual, que anestesia el ojo entre la brutalidad y la estupidez.
Alfredo Jarr hace una instalación donde deposita- entierra en cajas negras fotografías del genocidio de Ruanda, en la parte superior narra el evento que fotografío.
Gutete Emerita, de 30 años, está delante de la iglesia. Va vestida con ropa modesta y gastada, y lleva el pelo escondido bajo un pañuelo de algodón rosa. Estaba asistiendo a misa cuando empezó la matanza. Mataron ante sus ojos con machetes a su marido, Tito Kahinamura (40 años), y a sus dos hijos, Muhoza (10 años) y Matirigari (7 años). Por puro milagro, consiguió escapar con su hija Marie-Louise Unumararunga (12 años), y estuvo escondida durante tres semanas en una zona pantanosa, de donde solo salía de noche en busca de comida. Cuando habla de la familia que ha perdido, hace gestos hacia los cadáveres del suelo, que se descomponen bajo el sol africano.
Bajo estos parámetros encontramos diversos estados del signo que rebotan de un lugar a otro para complementar simbologías entre la muerte, la memoria, el poder y la destrucción. El símbolo es un mediador entre la sincronía del texto y la memoria de la cultura.
Las cajas negras cual depósito de féretros que contienen las imágenes de la matanza, la sutileza está en la imaginación del evento. ¿Las imágenes no fueron mostradas a tiempo? ¿La matanza siniestra concluyo ante nuestros ojos ciegos y dopados de información banal? Los seres fotografiados están muertos y apilados sin que nadie los pudiese ayudar. La fotografía de Gutete Emerita y lo que vive frente a la iglesia de Ntarama es narrada. Las piezas son presentadas cual negativo latente que ha de revelarse al ser leído y entendido solo en la manera de narrar lo inexplicable y abominable del evento.
Jarr también muestra otra pieza en donde hay una montaña de transparencias en una mesa de negativos todos de la misma foto: la de los ojos de Gutete Emerita. ¿Podemos imaginar lo que vivio ella? ¿Podemos ponernos en su lugar y ver como mutilan a nuestros hijos escuchando el sonido de los machetes y de la agonía de los ahí presentes? ¿Hasta dónde podemos confrontar ese momento de crudeza y de realidad siniestra que esos ojos guardaron en ese momento traumático de por vida? Los significados devienen entre diversos simbolismos de memoria y de empatía. “Si el símbolo actúa como si fuera un condensador de todos los principios de la signicidad y, al mismo tiempo, conduce fuera de los límites de la signicidad. Es un mediador entre diversas esferas de la semiosis, pero también entre la realidad semiótica y extrasemiótica”.
La indicialidad de la fotografía es remplazada por gestos poéticos del mirar, del sentir, del confrontar nuestras propias imágenes que cargamos día a día en nuestro mirar. ¿Porqué remplazar esa parte objetiva del suceso? ¿Será acaso mostrar los desequilibrios de las maquinarias de la visión en la actualidad?
Lizzet Luna Gamboa
Agosto 2015